sábado, 27 de octubre de 2007


PARANOIA A SER ARRESTADA (Y PRONTO) / LECTURAS QUE PLANEO TERMINAR MIENTRAS EN PRISIÒN / REPUDIO POR CIERTA ACTITUD DE MUJERCITAS Y CONFESIÒN DE PREOCUPACIÒN POR QUIZÀS SER ASÌ / Y OTROS






Con Horten e Isidro, mis amigos de trabajo y de siempre, me tomè un cafè el jueves pasado y charlamos acerca de los libros que cada uno tenìa pendiente por leer en la vida.
No soy tan disciplinada como deberìa para realizar lecturas. La computadora me absorbe unas 6 horas al dìa -incluyendo el chateo con amigos, sobre todo porque me incomoda el telèfono, casi no lo atiendo y poco llamo-; el trabajo oficial, otras 6 y cuatro veces por semana -menos mal-; la Mansiòn Playboy que requiere unas cuatro horas semanales tambièn e innegociables; sàbados y domingos para montajes familiares si a ello me dispongo, regocijo espiritual, compra de pelìculas, visualizaciòn de videos, nunca suficiente descanso y una que otra salida semi salvaje con socios habituales. Lo cierto es que cuando llega el momento de leer estoy exhausta o queda una pelìcula que hay que ver para sacudir la comezòn o se desarrollan otros mini dramas ad latere... el carro, la desidia, las clases de baile y los workout que no deben y siguen siendo obviados y lo que quieras.
Pero -y de nuevo al punto inicial-, sobre mis hombros y entre el pecho llevo el peso de muchas lecturas esenciales para todo ser humano que no he realizado; tambièn llevo en mì muchas otras no esenciales, culminadas, y de las que me siento màs que ancha de atesorar, y pues tambièn en mì.
Y asì, ùltima y frìamente, asumo implacable como un verdugo un gran desarraigo y me fajo a descartar, por ahora, lecturas gruesas y enorgullecedoras o los solemnes clavos que quienes escriben "deben haber leìdo" y asì veloz los despido de lo pendiente. No màs atormentarse; ya los leerè cuando sea el tiempo. Sè que mi desapego es vergonzoso y no necesariamente dogmàtico y fiel a un muy libre feng shui -muy beneficioso y a todo aplicable- que ejecuto a mi estilo sobre los excesos de los excesos y obsesiones a mi alrededor; francamente he debido concluir esas lecturas, pero no lo harè aùn, y sanseacabò.
Por ejemplo, y ya para cerrar esta disgresiòn, decìa a mis amigos aquella tarde que por mucho que desee y deba terminar el Ulises de Joyce, habìa decidido salomònicamente dejarlo para màs adelante. Con lo mucho que me gusta y el respeto que le profeso, siempre otra obra le hace por capricho mìo un feo o prefiero disfrutarla antes que al "stream of consciousness", que por mucho que me aceche no deseo enfrentar por un tiempo. Lo mismo con el Paraìso Perdido de Milton, La montaña màgica de Mann, La cartuja de Parma, El gran Meaulnès, Viaje al fin de la noche; la mitad de En busca del tiempo perdido y el resto de Proust -y pido perdòn por ello-; Carpentier y, por ùltimo, todo lo que me falta de Eco, con especial ènfasis en El pèndulo de Focault que jamàs terminè por aceptar la superioridad del autor o por facilista e indisciplinada. El otro lado de la moneda es bien heterogèneo y ciertamente para nada descartable. Tiene su encanto y no enumerarè un tìtulo para vuestra tranquilidad, aunque ganas no me faltan.
Mucho debo a un fabuloso e inolvidable profesor de la UCAB, cuyo nombre y apellido son gentilicios de dos antiguos pueblos europeos que cambiaron de nombre, y fenòmeno (el deseo de su madre al nombrarlo) al que èl mismo acusaba no encontrar explicaciòn posible.
Y, volviendo de nuevo al eje central de este texto, ¡y de nuevo perdòn!, concluì en la mencionada tertulia que aquellos tìtulos los leerìa cuando alejada de todo y todos, si por una enfermedad -y ojalà que no- que me condenara a un lecho o que un reposo largo requiriera o si alguna vez presa, pues aprovecharìa para leer todas esas obras remolcadas culposamente en mi conciencia.
Cada dìa que pasa, y mientras al volante -que es cuando màs alucino-, màs presiento el instante de mi arresto bien cercano. A un pelo de distancia, lo mismo a pocas semanas, me veo adherida a una pared o al carro como una equis y objeto de una requisa reprobable. Cuestionaràn la cantidad de pastillas que llevo en mi cartera y quièn sabe què màs. Ojalà me ocurra sobria, regia y en mi personalidad de encantadora de serpientes.
Un poco mi temperamento, a veces inmanejable y nada dòcil, me enrolla desde insignificantes trifulcas en las que sòlo intento resaltar mis derechos civiles, y ya bien enterada estoy de que a nadie importan y para nada valen.
Por lo general, esa no es la mujer que deseo ser. Si observo a una mujer comportàndose como una hembrita de recto proceder, de esas que trazan siempre la lìnea de las libertades... tù derecho empieza aquì y mi libertad termina... ¡ay no, què ladilla, mi hermana¡... pero a veces temo ser asì y no quisiera. O las que no dan limosna o las que llaman a quienes no lucen muy presentables: "es medio indigente", o las que son antipàticas con los mesoneros o las que chillan -porque es el ùnico insulto del que casi aseguran saber el significado de "a" a "r": "abusadorrrrrrrrr" y enrollan la r con el pavor que tiene la clase media -medio mantenida o quièn sabe què- de que les salga una "l" en lugar de una "r" o de pronunciar algo que los delate y mal y entonces insertan "de" y "que" al gusto. Con la arrogancia que les calza un grosero camiòn rùstico o si llevan camisetas que anuncian al creador de la simple camiseta y asì un nombre ajeno reposa en sus pechitos ignorantes pero punzantes; o con la cancha de tener a un puto osito dibujado o metàlico o pendiendo en algùn lugar del cuerpo, en la pinta o donde quiera que se pueda incluir a ese osito omnipresente que mucho quisiera yo sugerir su prohibiciòn en la dichosa reforma. El osito me tiene hasta el moño, tanto como cuando la gente vestìa un patròn de cuadros que la casa Burberry`s impuso hace tiempo, y todo Cristo vestìa el puto print. Lo tenìan para vender en: sàbanas, toallas, pantaletas, bolìgrafos, tampax japoneses -claro, las japonesas venìan de Japòn con el diseño de los cuadros hasta en el coño depilado-, bufandas, Absolut, Chinatown y mis pesadillas, mis pesadillas...
Exactamente como cuando muriò aquel integrante del Binomio de Oro y un dìa pensè, màs que marinada en vallenato: hay que buscar al asesino para reclamarle este gran vainòn que nos ha echado.
Y si aquellas mujeres de hace un minuto son incordiales con quien les sirve, nace por aquì escribiendo una energùmena en forma de pantera herida y en defensa del oprimido. Las detesto, soy la santa patrona de los jodidos o trato de serlo; por nostalgia, por empatìa y porque me enferman las mujercitas (o mujercitos, y mucho que abunda por ahì) que nunca han limpiado un baño y que deberìan limpiar un par; o unas que dicen: "fulano es un mono", "sutano sale con una mona" o "yo no voy al Centro" o "eso es de monos chama". Me apetece ponerlas a limpiar un inodoro a fondo con una mìnima motica de algodòn y sòlo con cloro, por horas; y si les causa asco, los inodoros para limpiar se multiplican; y entonces colgarles una carterita con el oso de mierda ese mientras limpian. Suena a castigo trans nazi para caribeños nuevoriquismos, pero del osito hay que deshacerse y pronto.
Luego de la tarde del cafè, y màs tarde, regresaba a casa y por Altamira. Justamente en el semàforo del cruce de la San Juan Bosco con Francisco de Miranda, un motorizado sin casco y con parrillera, tambièn sin casco, pretendìa enfrentar -haciendo una vuelta en "u"- desde la misma Miranda en sentido Este-Oeste hacia la vìa de la misma avenida pero hacia el Este. La luz era mìa. El poli Chacao como un idiota, al lado de èl, imperturbable. Yo cruzaba hacia la izquierda, hacia la Miranda. Logrè acelerarlo y cortarle su ejecuciòn; me detuve y frente al poli le dije: "papaìto, no inventes, no puedes hacer "u" aquì y no inventes". El motorizado, muy cìnico, se tapa el rostro y se destartala de la risa; yo envidio su proceder aristotèlico, totalmente inesperado y agravante sobre mi paciencia. El poli me hace un gesto para que siga y, sin poder aguantar màs, le digo: "no te queda bonito dejarlo cruzar como le dè la gana", y entonces vocifera: "¡esta es mi esquina y yo aquì mando señora, siga!".
Me enfurecì como pocas veces.
Y el alcalde les habrà asignado la propiedad de las esquinas, a los poli Chacao y a este cretino, segùn parece. Pero y ¿còmo se atreve la mismìsima autoridad, o el esbirro, a ejercer cualquier tipo de apoyo a tal anarquìa?. Ya el pillo Chacao me habìa sacado de quicio y seguìa yo por la Miranda buscando camorra y viendo a centenas de motorizados sin casco, sin placas, parrilleras tambièn sin casco y muchas con el osito, gente saltando luces y pare de contar y/o con osito, como para cazar la pelea.
El tràfico en reposo, denso reposo. No hay casette que servidora aguante. Todo me turba, todo me espanta. Un residuo de migraña de hace 10 horas amenaza con palpitar si asì mantengo el talante. Pienso en la delicia de estar en casa, un Stoli con 7-Up que seguro me servirè, la mansiòn Playboy en un par de horas, visualizo a "Delfìn"... mi chico en forma de delfìn, perfecto, dispuesto, que no hace como Flipper..., me chupo los dientes ardiendo en ganas de llegar y accionarlo, pero Boleìta bulle a las 7 y 25 pm. y ensordece màs que cualquier meta mediata y consoladora.
Paro un minuto en la panaderìa para comprar cigarros. Al salir veo una super camioneta bronco, tronco, XXX, xl, 977.tl o lo que sea, que impide mi retirada de modo fàcil. Para mi sorpresa no me altero, sino que observo las poderosas herramientas que rodean a un caucho suspendido en la puerta trasera del rùstico: pico, pala, palo, algo que parece un gato enorme, manguera, llave inglesa, doble nelson y què sè yo. La voz inconfundible del dueño suena a mis espaldas: "¡Panitaaaa, te estoy pisando los talones!". Quedè profundamente distraìda, embelesada, con esos ordenados artefactos, hermosamente dispuestos como aquellos costureros con los que soñaba de niña, pero èstos eran enormes instrumentos de hombre grande. No respondì à la Linda Blair ni nada por el estilo. Volteè y coloquè: bestial personalidad con conductor, y seguì recto, a casa, a ceñir a Delfìn, a mi Stoli y callada.
Ya en casa y en zapping, comencè a soñar con otros dìas, reinas, una fiesta en mi casa con Isabel Presley y Enrique Iglesias.

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